martes, 14 de octubre de 2008

¿Quién dice que California es solo Sol, playa y desierto?

Hasta hoy había participado de esta creencia como quien se cree poseedor de una verdad fundamentada en el peso de la mayoría. Pero el hecho de estar rodeado de árboles centenarios, en una tierra donde Bambi y sus descendientes aún siguen pululando en libertad, que mi primeriza cosmovisión Californiana ha sido irremediablemente quebrantada. Hoy ya no comulga tanto con la arquetípica imagen de los vigilantes de la playa, igual de repleta de tías de plástico en pelotas y de surferos empedernidos que de ratas acosando el metro de Barcelona, sino que ve en California una tierra de contrastes por excelencia. Una tierra donde los aires ya no son sólo cálidas ráfagas costeras, sino la unión de vientos de procedencias tan dispares como sus propias características. Nunca me hubiera imaginado, por ejemplo, encontrarme en medio de un pueblo de menos de cien habitantes aposentado en el pie de una montaña, donde todos concentraran sus esfuerzos diurnos en realizar una sola tasca con maestría: la de crear los mejores “apple pies” del condado. O descubrir a una familia de campesinos (y terratenientes) vendiendo manzanas y peras recién cogidas de su última cosecha en medio de la nada, como quien se encuentra... yo que sé, un máquina de refrescos en medio del desierto. ¡Y todo ello a escasas 80 millas de San Diego!

En fin, una cosa es segura: la atenta mirada del mundo apenas y ha recaído sobre estas regiones interinas que recién he descubierto, lo que le confiere al lugar un aire fresco y renovado que desde luego merece la pena ser respirado, especialmente para quienes tengan el cuerpo magullado por los azotes y vicios de la gran ciudad. O para el viajero que busca ese refugio que sólo ofrece la solemnidad de una montaña. Para todos ellos adentrarse en el interior de California y descubrir esa otra cara de su realidad desde luego no tiene desperdicio.

Dicen que todo viaje se mide por la calidad de sus contrastes, tanto psicológicos como geográficos. Pues bien, California tendrá más de aquello y menos de lo otro, quizás culturalmente deje entrever una cierta inmadurez a falta de experiencia; pero os aseguro una cosa: que de contrastes y extremos, si eso eso lo que buscáis, California va servida.





















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